Al final del Paseo de los Cipreses se alza una cruz sobre pedestal que el pueblo cordobés conoce por el sobrenombre de “Cruz de la calavera”.
Su inauguración fue el 28 de Marzo de 1877 según consta en el periódico “La Voz” del día siguiente, cuya noticia textual en su apartado “Gacetillas” decía así:
– Obra piadosa – Ayer ha sido colocada al final de la calle de cipreses que da entrada à la Iglesia de Nra. Señora de Belén en las Ermitas de nuestra Sierra, una hermosa cruz jaspeada, de grandes dimensiones, con gran basamento forrado en zinc, pero con sus clavos plateados, costeada su totalidad tanto su parte material y su construcción, como el transporte y colocación, por el Excmo. Sr. Conde viudo de Torres-Cabrera, lo que da un mejor aspecto à aquella solitaria entrada, puesto que ha sustituido a otra mas pequeña que había en el mismo lugar casi destruida por la injuria del tiempo, por efecto de los fuertes vientos que corren en aquel elevado paraje. La buena obra del Sr. Conde es muy digna de elogio.
Posteriormente a esta inauguración debió de colocarse en la base de la cruz la pequeña lápida que dice así: “A la memoria del Excmo. Sr. D. Federico Martel y Bernuy, Conde de Torres Cabrera y del Menado. Protector de este Santo Retiro. Rogad a Dios por él”.
Algo más abajo, en un nicho cerrado por una reja, y resguardado por un cristal, se guarda una calavera a cuyo pie se lee:
“Como te ves, yo me vi;
como me ves, te verás;
todo para en esto aquí.
Piénsalo y no pecarás”.
A devoción de M. de la Caridad, rueguen a Dios por él.
Al año siguiente, 20 de Enero de 1878, el citado periódico cordobés, también en su apartado “Gacetillas”, comunicaba lo siguiente:
– Entierro – En la madrugada de hoy ha sido conducido à su última morada, despues de la Misa y oficio de cuerpo presente, el cadáver del Excelentísimo Sr. Conde viudo de Torres-Cabrera y del Menado Alto, de cuyo fallecimiento ayer nos ocupamos. El féretro fue conducido à hombros de los Ermitaños del desierto de Belen, según espreso encargo del difunto, cuyos deseos è indicaciones, tanto en esto como en todo, han obedecido con la mayor exactitud sus cariñosos hijos. ¡Triste pero verdadero consuelo en estos angustiosos momentos!”.
El Conde de Torres Cabrera fue un gran benefactor de los ermitaños y muy especialmente en los duros años de la Desamortización de Mendizábal (1836) en los que, siendo Alcalde del Ayuntamiento, dirigió diversas instancias a la Reina para que devolviera a aquéllos el Desierto de Belén de donde habían sido arrojados injusta e ignominiosamente.
Una vez traspasada la portería del eremitorio, antes de iniciar la bajada al monumento del Sagrado Corazón de Jesús, a la derecha se halla la lápida-monumento al poeta Antonio Fernández Grilo, cuya poesía titulada “Las Ermitas de Córdoba” le dio fama en todo el territorio nacional y es la más conocida de toda su obra.
El citado monumento, obra del escultor Victoriano Chicote, fue un encargo del Ayuntamiento de Córdoba para perpetuar la memoria del “Cantor de Las Ermitas”.
El periódico “La Voz” en su portada del día 16 de Marzo de 1928 ya publicaba la fotografía de dicha lápida (Fig.2), anunciando que su inauguración sería el próximo 3 de Mayo:
“… El monumento a Grilo une a su simplicidad una extraordinaria hermosura. Una greca de gusto exquisito rodea la lápida de mármol, en la que se ha inscrito uno de sus famosos versos cantando Las Ermitas. Dentro de una hornacina de mármol de Cabra se destaca el busto del poeta en mármol blanco. El parecido es asombroso. Una esbelta figura de mujer desnuda, simbolizando la poesía, complementa la original obra escultórica…”.
Al acto de la inauguración asistieron diversas personalidades, y entre ellas, la hija del poeta Doña Magdalena Fernández Grilo.
Desgraciadamente y en el transcurso de los años, el monumento sufrió diversos actos vandálicos, entre ellos la desaparición de la figura de la mujer con una lira en su mano izquierda mientras que con la derecha simulaba escribir los versos de la lápida. En Marzo de 1992 fue retirada de su primitivo emplazamiento, unos metros antes de la entrada a la portería de Las Ermitas, y encargada su restauración y limpieza a los Hermanos García Rueda. En 1994 se volvió a colocar en el interior del recinto de Las Ermitas.
El monumento al Sagrado Corazón de Jesús de Las Ermitas de Córdoba (Fig.3), obra del escultor Coullant Valera, fue inaugurado el 24 de Octubre de 1929, festividad de San Rafael, Custodio de la ciudad, siendo alcalde de la misma D. José Sanz Noguer, y Obispo de la Diócesis D. Adolfo Pérez Muñoz quien procedió a la bendición del mismo. Por dos veces sufrió la bendita imagen los daños del rayo. La primera el 31 de Agosto de 1969 y luego el 17 de Mayo de 1972. Y en ambas, mediante donativos y colectas populares, se procedió a su restauración.
En 1984, junto a la ermita de San Mateo, se instaló por el “Apostolado de la Oración” un potente pararrayos para evitar que estos destrozos se volvieran a producir. Desde 1986 el monumento permanece iluminado durante las primeras horas de la noche siendo sufragado el coste eléctrico por el “Apostolado de la Oración”.
Seguidamente, y siempre en el lateral derecho, hay una pila de agua bendita y una hornacina con un grupo que representa a la Divina Pastora acompañada del Niño Jesús, obra anónima del XVIII, relacionada con el Beato Fray Diego José de Cádiz que parece la donó a los ermitaños. Bajo esta hornacina hay un nicho de medio punto con una calavera guardada en una urna, con el cráneo aserrado, y la siguiente inscripción: Calavera donde comía y bebía agua el Hº Juan de Dios de San Antonino Marqués de Santaella y Villaverde, H. Mayor de esta Congregación de ermitaños.
Situado entre la Iglesia y la ermita de la Magdalena, se ubica el viejo panteón de los ermitaños, con sus doce bovedillas blancas de cal sin inscripción alguna, y que actualmente permanecen todas cerradas, a diferencia de antaño en que siempre había un hueco abierto señalando el paso a la otra Vida. Porque aunque los ermitaños pensaban muy a menudo en el más Allá, no lo hacían con pena, miedo ni horror.
Para ellos la muerte era la liberación total y el acceso a una Vida eterna plena en Dios que les esperaba amoroso. Por eso hay un detalle en la pequeña explanada ante el cementerio con el que ellos testimoniaron su fe, su alegría, su esperanza en la otra Vida: ¡Plantaron palmeras de victoria que hoy se alzan rectas y majestuosas! Los cipreses los habían dejado para el paseo anterior, con su simbolismo de austeridad, de oración, de “flecha de fe, saeta de esperanza” como diría Fray Justo Pérez de Urbel. Por eso este pequeño cementerio no impresiona negativamente al visitante. Al contrario, se siente una paz que en muy pocos sitios se nota.
Parece ser según datos del archivo eremítico que el primer panteón se construyó en 1823 en cuya bovedilla nº 1 se enterró el Hno. José de San José el 21 de Agosto. Sin embargo no fue hasta el 13 de Marzo de 1834 que se obtuvo autorización de la Subdelegación de Fomento para efectuar enterramientos en el Desierto, ya que hasta principios del siglo XIX los ermitaños que fallecían en los hospitales cordobeses eran enterrados en las iglesias de los mismos, en algunos conventos, parroquias, en la misma iglesia de Las Ermitas o incluso en la Catedral.
Tras nueve años de injusta expulsión al amparo del decreto de Desamortización, los ermitaños recuperan sus ermitas; y con fecha 26 de Marzo de 1847 son autorizados por la Alcaldía a continuar las inhumaciones en su cementerio, siendo el primero el Hno. José de Ntra. Sra. de los Dolores.
No sabemos los motivos pero parece ser que a través de 1927 hubo algunos problemas y se ordenó a los ermitaños no siguieran inhumando en bovedillas sino que lo hicieran en tierra. Los buenos oficios del Duque de Hornachuelos hicieron que todo continuase como estaba.
Como hecho histórico y curioso anotemos que en este cementerio se concibió la idea por el ermitaño Hno. Hilarión de la Sagrada Familia, allá a principio de los años 1950, de fundar la Congregación de los Hnos. Fossores de la Misericordia en el cementerio de Guadix (Granada), cuya comunidad continúa allí establecida.
Bajando las escalinatas del monumento al Corazón de Jesús, y a la derecha de la explanada, se encuentra al borde del mirador un sillón labrado en piedra con esta inscripción: “El Ilmo. Sr. D. Pedro Antonio de Trevilla dignísimo Obispo de Córdoba. Rueguen a Dios por Su Ilma.” Gobernó la diócesis cordobesa de 1805 a 1832. Sobre la leyenda citada, grabada en el respaldo del sillón en su parte delantera, pocos visitantes reparan en el VICTOR (procedente de la época romana) que un centenar de años más tarde también usaría Francisco Franco.
En el sillón, y en uno de sus laterales del asiento, hay un pequeño orificio para el desagüe del agua de lluvia. Dice una antigua leyenda urbana que la mocita que logre meter el dedo en él, se casará ese año …
Cerca del sillón hay una cruz de piedra con inscripción en el frente principal del basamento: “El año de 1803 se hizo esta Sta. Cruz a devoción y expensas del Ilmo. Sr. D. Agustín de Ayestarán y Landa dignísimo Obispo de Córdoba. Rueguen a Dios por su alma”.